Cuando los jueces no pueden hacer
matemáticas, la justicia sufre.
Por Leila Schneps y Coralie Colmez.
El
martes, la Corte Suprema de Italia revocó la absolución de Amanda Knox, acusada
del asesinato de Meredith Kercher en el 2007, una británica de 21 años de
edad, quien era, por esa época, compañera de cuarto de Knox en Perugia, Italia.
En el 2011, un tribunal de apelaciones anuló las condenas por
asesinato 2009 de la señorita Knox, una estudiante de intercambio de Seattle, y
su ex novio, Raffaele Sollecito, y dispuso su excarcelación. Ahora, el Tribunal
de Casación de Italia ha anulado esa decisión que envía una onda nueva y
extraña en un caso que ha fascinado, durante años, a muchos en todo el mundo.
El caso Knox tiene suficiente detalles sensacionales para
mantener las páginas de los tabloides llenos. Por lo menos, 10 libros se han
escrito sobre este caso, entre ellas una por la misma señorita Knox, cuyas
memorias se publicarán el próximo mes. Pero uno de los aspectos de este caso –
como tanto otros, lamentablemente – merece mucha más atención de la que recibe:
mucho del innecesario drama ha sido resultado de una equivocada aplicación de
las matemáticas.
Los jueces y abogados han cometido errores en el cálculo de
las probabilidades de los eventos, que van desde el ratio de correspondencia
del ADN a las posibilidades de muerte accidental, han enviado a gente inocente
a la cárcel, y, tal vez, se ha dejado que los asesinos caminen libremente.
El Tribunal de Casación aún no ha explicado públicamente los
motivos de su decisión. Pero la equivocación del Tribunal de Apelaciones en
entender cómo funciona la probabilidad de ocurrencia de un evento puede jugar
muy bien un papel.
Una de las piezas más importantes de evidencia fue obtenida
de un cuchillo en el apartamento de Rafael Sollecito que, de acuerdo a un
científico forense, contenía una pequeña huella del ADN de la víctima. A pesar
de que la identificación de la muestra de ADN con la señorita Kercher parecía
clara, había muy poco material genético para obtener un resultado totalmente
fiable, por lo menos hasta el año 2007.
Sin embargo, para el momento en que se decidió la apelación
de la señorita Knox en el 2011, las técnicas habían avanzado lo suficiente como
para hacer un nueva examen del cuchillo, lo cual fue pedido por el fiscal. Sin
embargo, el Juez se negó. ¿Cuál fue su razonamiento? Si la comunidad científica
reconoce que una prueba en una muestra tan pequeña no puede determinar la
identidad de una persona más allá de toda duda razonable; luego tampoco podría
un segundo test sobre una muestra aun más pequeña.
Cualquier problema que el juez podría haber tenido sobre la
confiabilidad de la prueba de ADN, su razonamiento demostraría una clara
falacia matemática: asumir que la repetición de la prueba no nos podría decir
nada acerca de la fiabilidad de los resultados originales. De hecho, hacer una
prueba dos veces y obtener el mismo resultado nos dice algo acerca de la
exactitud del primer resultado. Conseguir el mismo resultado después de una
tercera prueba le daría aún más credibilidad al descubrimiento original.
Imaginemos, por ejemplo, que se lanza una moneda al aire y
cae en cara 8 o 9 veces de cada 10. Se podría sospechar que la moneda está
sesgada. Ahora, supongamos que se tira otras 10 veces la moneda y, de nuevo, se
obtienen 8 o 9 caras. ¿Esto no agregaría algo a nuestra convicción de que algo
está mal con la moneda? Debería, ¿no cree?
El rechazo del juez para reevaluar el cuchillo – por lo menos
basado en la idea de que una nueva prueba confirmatoria no podría decirnos nada
acerca de la posibilidad de que el ADN fuera coincidente – fue un grave error,
que echó por tierra la oportunidad de llegar a la verdad en el caso del
homicidio de la señorita Kercher.
Vamos a dejar que otros decidan si la señorita Knox es
culpable o no. Pero los efectos nocivos de aplicar mal las matemáticas han sido
claros en otros casos.
El errado testimonio de un testigo experto ayudó a condenar a
Lucia de Berk, una enfermera holandesa acusada de asesinar a varios pacientes,
y la envió a prisión durante seis años hasta que su condena fue revocada en el
2010.
Los fiscales de los Países Bajos acusaron a la señora de Berk
de matar a niños enfermos y a ancianos, quienes se pensó – inicialmente –
murieron de causas naturales, a partir de la gran cantidad de víctimas mortales
que se produjeron durante su guardia. Un estadístico propuesto por el fiscal
utilizó una ridícula metodología, donde indicó que la probabilidad de que las
muertes fueran naturales era de 1 en 342 millones.
Llevó una agotadora pelea legal, dos apelaciones fallidas y
un comité de expertos en estadísticas para convencer a los jueces que el
cálculo estaba viciado profundamente – que el único crimen de la señora De Berk
era tener mala suerte. [Al parecer, la principal prueba para condenar a la
señora De Berk fue esta prueba estadística. Este tipo de prueba si puede ser
útil en un caso, pero la metodología con la que se realiza tiene que ser
cuidadosa y se debe ser claro qué se puede inferir de ella.]
En un caso que sacudió a Gran Bretaña, Sally Clark, una joven
abogada que perdió a sus dos bebés de “muerte en la cuna” (muerte súbita de un
bebé sin causa médica aparente) fue condenada erróneamente, en 1999, de
haberlos asesinado. A falta de cualquier evidencia de abuso, la condena se basó
en un cálculo independiente por un perito médico que llegó a la conclusión de
que las probabilidades de que ocurriesen dos muertes en la cuna "de una
familia de la condición social de la señora Clark” eran una en 73 millones. (De
hecho, en Gran Bretaña, hay muertes de doble cuna cada dos años).
La condena a la señora Clark, al igual que la de la señora de
Berk, fueron finalmente revocadas, pero sólo después de que la Royal
Statistical Society ofreció un riguroso análisis de los cálculos realizados por
el testigo experto de la fiscalía. Lamentablemente, la señora Clark no pudo
rehacer su vida. Ella murió de intoxicación alcohólica aguda en el año 2007,
cuatro años después de su liberación.
Muchos años atrás, el profesor de derecho de Harvard,
Laurence H. Tribe escribió un artículo donde crítico ardorosamente la
utilización de las matemáticas en los procesos judiciales, diciendo que la
"grandiosidad prepotente" de los números tiende a "empequeñecer"
a otras pruebas. Pero nosotros no podemos ni debemos tirar las matemáticas
fuera de las cortes [no tires al bebe con el agua sucia o no descartes toda una
herramienta por rechazar los aspectos negativos, dado que podrías rechazar sus
aspectos positivos]. Los avances en la ciencia forense, que se basan en el
análisis de datos para todo, desde la pólvora al ADN, implicarán que los
métodos cuantitativos jugarán un papel cada vez más importante en las
deliberaciones de los tribunales.
El desafío es asegurarse de que las matemáticas detrás del
razonamiento jurídico sean fundamentalmente sólidas. Las buenas matemáticas
pueden ayudar a revelar la verdad. Sin embargo, en manos inexpertas, las
matemáticas pueden convertirse en un arma que impide la justicia y destruye
vidas inocentes.
Leila Schneps, escritora de novelas de misterio y matemática,
y su hija Coralie Colmez son los autoras del libro "Las Matemáticas en los
Tribunales: Cómo los números son usados y abusados en las Cortes."
El artículo original apareció
en el New York Times:
La traducción es
libre y con permiso de Leila Schneps.